“Cuando el cultivo del plátano llegó a La Palma, nadie podía imaginar lo que terminaría suponiendo para nosotros. Nuestros padres y abuelos lucharon contra un territorio muchas veces hostil para crear fincas en sitios imposibles y, poco a poco, la isla fue llenándose de lo que hoy es nuestro paisaje más característico”, recuerda Nieves Lady Barreto.
El sector platanero se organizó y su fuerza partió de esta isla; llevó la importancia de este producto al territorio peninsular y llegó hasta Europa, donde se consiguió una regulación específica que ayudó a consolidar su producción. Con el tiempo, algunas de esas cosas se han ido modulando y el plátano ha tenido que superar algunos escollos. Pero los plataneros nunca han dejado de luchar.
Ahora, con el volcán nos enfrentamos a un momento muy complicado, seguramente el más complicado de nuestra historia.
La lava se ha tragado más de 60 fanegas de plátanos en una de las zonas más productivas no solo de la isla, sino de toda Canarias, acabando con la mayoría de la cosecha en marcha y amenazando a la siguiente si no se puede resolver en un mes el problema del riego para las zonas que se han quedado aisladas o sin agua por la rotura de la tubería.
Hay cosas que son urgentes y otras que son urgentísimas, y esta es urgentísima porque las plataneras no podrán soportar el estrés hídrico más allá de unas pocas semanas.
Hemos visto a vecinos luchar por salvar algo de la cosecha, porque en esa lucha va el trabajo de mucho tiempo, pero también el deseo y la necesidad vital de hacer algo frente a este monstruo. No es solo una cuestión económica, es también una cuestión emocional.
El plátano supone el 50% del PIB de La Palma y él depende el 30% de nuestro empleo y ahora más de 600 fanegas están en riesgo. Todos juntos, administraciones, entidades, instituciones, empresas, sindicatos, organizaciones y asociaciones, sociedad civil y ciudadanos, debemos garantizar que la próxima cosecha se salvará.
En estos momentos, no se puede descartar ninguna solución y las desaladoras pueden ser una solución provisional que ayudará. Pero, dentro de la política de colaboración, proponemos que, al mismo tiempo, se trabaje en la red de Fuencaliente a Cuatro Caminos, que podrá dar agua también a Jedey y Las Manchas. Hay kilómetros de tubería disponibles en la isla para acometer la obra y la generosidad y solidaridad hará, seguro, que se acorten los plazos normales de ejecución. ¡Vamos a hacerlo!
Necesitamos un gran pacto de Estado para salvar a La Palma, con medidas concretas que se empiecen a aplicar desde el mismo día en que se apague el volcán para recuperar cuanto antes la calidad de vida que hemos perdido. Un pacto que garantice que las ayudas extraordinarias que necesita la isla no van a depender de la voluntad del gobierno de turno y que se van a mantener, gobierne quien gobierne, hasta el final, hasta que volvamos a ser los que éramos.